El herrero y el color de las estrellas

En estos días de verano, con todas esas hermosas tormentas tropicales, lluvias y nublados casi eternos, ver estrellas por la noche es todo un reto y cosa más de suerte que de empeño. Por si fuera poco, la contaminación lumínica nos viene haciendo, desde hace tiempo, el grandísimo favor de empañar el firmamento prácticamente desde donde sea. Después de todo, ¿quién necesita ver el cosmos? ¡Bendita sea la luz de las ciudades! ¿No?

Así comenzaba mi presentación cierta tarde de julio.
Y qué me dicen del color de las estrellas, ¿lo han visto? —pregunté al público. —¡Disculpe! —me detiene el papá de un niño, por la segunda fila y a unos minutos de haber comenzado mi conferencia. —¿Las estrellas tienen colores? —pregunta. Respiro hondo, maldigo otra vez la luz de las ciudades y les muestro a todos las siguientes fotografías.
Constelación de Orión.
—¿Y porque tienen esos colores las estrellas? —me preguntó su hijo, de unos doce años, con enorme asombro.

Básicamente por una razón: porque tienen una temperatura determinada, es decir, el color de las estrellas nos indica su temperatura aproximada —le respondí.

Siendo algo estrictos, la edad y la composición química de las estrellas también afectan sus colores. Si las estrellas contienen elementos diferentes al hidrógeno, como calcio, sodio, carbono, etcétera, esto provoca tintes anaranjados y rojos en los astros, pero este efecto no es apreciable a simple vista. Quedémonos, por el momento, solo con la idea de que temperatura y color están íntimamente relacionados.

Piensa en el siguiente ejemplo —le dije. Un herrero de la antigüedad tiene a la mano una pieza de hierro. Necesita forjarla y darle una forma determinada; por ejemplo, la espada de un caballero medieval. El metal será colocado dentro de un horno, rodeado por carbón encendido, mientras el herrero agita aire para avivar el fuego. ¿Que color tiene la pieza antes de aplicarle calor? —Gris o negro —me respondió. Conforme la pieza se calienta ¿qué color toma? —esta vez lo pensó más y dudó un poco. El primer color notable será el rojo, después anaranjado, luego amarillo y si el herrero logra elevar más la temperatura del metal probablemente llegue a un color blanco o incluso azulado.
Algo parecido ocurre con el color de las estrellas: las rojas son más «frías» que las amarillas, las blancas son más calientes que las amarillas y las rojas. En pocas palabras, el color de las estrellas nos da su temperatura superficial. Déjame aclarar algo. Cuando decimos «frías» o «calientes» solo estamos haciendo una comparación entre ellas. Las estrellas «frías», de color rojo, tienen temperaturas de unos 3 mil 500 grados y las «más calientes», de color azulado-blanco, llegan a 50 o 60 mil grados. El horno de tu casa apenas llegará a unos 500 o 600 grados.
El Sol, por ejemplo, es una estrella amarilla, con unos 5 mil 800 grados en su superficie. Betelgeuse, la estrella roja en la constelación de Orión, tiene unos 3 mil 100 grados. Ácrux, la estrella azulada en la parte baja de la Cruz del sur, tiene unos 28 mil grados. La variedad de colores y temperaturas en las estrellas puedes verlo en esta imagen.
Color y temperatura de las estrellas.

La mirada de asombro en el niño jamás se fue durante el resto de la presentación. Al final de la charla se acercó y me hizo un par de preguntas más, una de ellas respecto a las letras en la imagen anterior, pero de eso les platico luego.

Creo que me expliqué bien porque me dijo haber entendido aquello del herrero. Sus últimas palabras fueron aún más gratificantes, «cuando sea grande quiero estudiar eso, quiero saber el color y la temperatura de las estrellas».

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